La Hora del Licántropo
Mis colmillos comienzan a crecer en la hora marcada; son cuchillos afilados en el reflejo de la luna llena insomne, sin ritos, sin una invocación que medie entre mi víctima propiciatoria y su voraz sueño de inmortalidad… No me agazapo. Puntualmente, el bocado viene a mí. Se corta las venas…